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A 45 años del US Open 1977 que marcó a Guillermo Vilas

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Aquel 11 de septiembre, Willy ganaba el Abierto de los Estados Unidos y, más allá de los caprichos del ranking, que insólitamente no lo encaramaron en la cima, se convertía en el mejor tenista del mundo.

Fueron apenas unos segundos. Quizás los más eternos en la extraordinaria vida deportiva de Guillermo Vilas. Ya había caído la noche en el court central de Forest Hills cuando Jimmy Connors jugó esa pelota paralela muy cerca del fleje. Dio la impresión de ser mala, pero el juez de línea no la marcó. El argentino paró el punto y lo miró desesperado, buscando la confirmación, que se hizo esperar, pero llegó. Y ahí sí, el festejo en forma de salto, con los brazos abiertos hacia el cielo, que iba a quedar para la eternidad, como un póster inmaculado del deporte nacional. Willy ganaba el Abierto de los Estados Unidos, en su última edición en polvo de ladrillo, y más allá de los caprichos del ranking, que insólitamente no lo encaramaron en la cima, se convertía en el mejor tenista del mundo. Fue una jornada llena de elementos particulares, más allá del cotejo en sí, que hicieron aún más increíble aquel 11 de septiembre de 1977.

La fiebre por Vilas se había desatado en 1974, la primera temporada de sus grandes resultados, que hizo provocar una pasión desconocida en el país, convirtiendo a un deporte de elite en popular, gracias a la combinación de dos detalles sobresalientes del protagonista: sus éxitos en las canchas de todo el planeta y su inmenso carisma. La gente, que en su gran mayoría no conocía casi nada de tenis, comenzó a interesarse y mucho tuvieron que ver en su masificación las coberturas periodísticas y que se lo pudiera ver jugando con cierta continuidad por televisión.

Precisamente aquel U. S. Open ‘77 tuvo transmisión en directo de las instancias finales: El sábado 10 las dos semifinales masculinas, más la final femenina y el domingo 11 el match decisivo entre Vilas y Connors por Canal 9. El reconocido periodista Guillermo Salatino, en una de sus primeras coberturas internacionales, fue testigo y protagonista de un momento único en la historia de los medios en nuestro país, vinculado al satélite donde se recibían las emisiones desde el exterior: “Me encontraba trabajando en el torneo para radio Antártida y el jueves 8 me llamó Gustavo González, que era el productor con el que solía trabajar en Canal 9, para decirme si podía hacer la gestión para transmitir sábado y domingo. Yo no tenía idea, porque jamás había hecho algo así, pero me puse a averiguar y se logró. Me armaron una mesa en lo alto del estadio, con un micrófono y un teléfono para tener conexión con Buenos Aires, por si pasaba algo. Y pasó. Porque cuando estaba por terminar el tie break del tercer set de la final, me avisaron por esa línea, que se cortaba la emisión, ya que el satélite por el que llegaban las imágenes, iba a ser ocupado por Canal 13, que lo tenía contratado con anterioridad, para la recepción de un programa español llamado 300 millones. Increíble pero cierto que la consagración de Vilas no se haya visto en vivo. Yo seguí relatando y eso se grabó en el camión de exteriores de la cadena CBS, porque el partido entero se emitió a las once de la noche. Hicimos 42 puntos de rating”.

“Entre todas las que cosas que sucedieron, viví otra anécdota increíble: llegué al estadio con 40 grados, en bermudas y remera, hasta que vino un viento helado que llevó la temperatura a unos 12 aproximadamente, Me salvó el colega Lucho Hernández, de la revista El Gráfico, que me fue a comprar un sweater, porque me estaba congelando. En los estudios de Canal 9 estaba otro periodista deportivo, Julio Ricardo, a quien, por línea telefónica, le iba pasando el score del cuarto set y él lo decía al aire durante el programa Feliz Domingo, para que la gente estuviese informada. Cuando terminó el partido, Vilas invitó a varios argentinos a cenar, entre los que estaba incluido, pero no pude asistir, ya que debí ir a los estudios de la cadena CBS a chequear que saliera bien la emisión hacia nuestro país para la posterior emisión en diferido. Regresamos todos en un avión de Aerolíneas Argentinas, incluida Claudia Casabianca, que había ganado el torneo junior femenino, con un festejo tremendo. Recuerdo que en la escala en Río de Janeiro se subió Cacho Fontana con un camarógrafo, para hacerle una nota para Video Show, un programa muy exitoso del momento de Canal 11. Para mí fue emocionante, por el enorme logro de Guillermo y por mi primera transmisión vía satélite por televisión”.

El final del partido fue caótico e inhabitual para las costumbres del tenis, porque mucha gente invadió la cancha para celebrar el éxito de Vilas, que se había transformado en el preferido del público, incluso sobre Connors, que era local, pero de carácter irascible. Uno de los que saltó al court fue Constancio Vigil, director ejecutivo de la revista El Gráfico, quien vivió dos momentos particulares: en medio de la algarabía y de ir corriendo en busca de Guillermo, se chocó con Connors, con quien cruzó algunas palabras poco amistosas. Willy estaba en andas y luchaba para no ser despojado de la indumentaria, hasta que lo divisó a Vigil. Entonces se sacó la remera, se la arrojó al grito de “guardámela”. Unos 15 años más tarde se reencontraron en la redacción de la revista y allí le devolvió ese preciado tesoro.

Jimmy Connors fue un histórico adversario de Vilas desde los tiempos de juveniles, ya que tienen apenas 16 días de diferencia, nacidos ambos en 1952. Para el norteamericano significaba un partido especial, porque era su cuarta final consecutiva en el U. S. Open. Aquella pelota con la que se definió el match no quedó en el olvido para Jimbo: más de una vez ha declarado que para él ese partido aún no ha terminado y que su tiro fue bueno. Reconoció siempre que Vilas jugó más que él en esa tarde y que fue el mejor de la temporada ‘77, pero no logró aceptar la derrota. Cosas de los grandes campeones… El otro protagonista destacado del instante sublime de la consagración de Guillermo fue el juez de línea que señaló como malo el tiro de Connnors. Muchos años más tarde, Vilas se encontró con este hombre en la cena de un torneo importante y le preguntó porque había tardado tanto en cantar esa pelota, a lo que le respondió que siempre había estado seguro, pero lo había seducido la idea de ser el centro del espectáculo por lo menos por espacio de cinco segundos.

Vilas fue metódico y ordenado en su estilo de juego y también en su vida. Conservó infinidad de cosas de su carrera, que son verdaderos tesoros. Eduardo Puppo es un periodista especializado en tenis, pieza vital en el documental sobre Guillermo y quien ha motorizado la lucha porque sea le reconozca el número 1 tan merecido. Cuando esto ocurra verá la luz el libro que escribió junto a Willy y por eso es palabra autorizada para rememorar detalles de aquel título en Estados Unidos: “Cuando comenzamos con su libro siempre mencionaba las bolsas que guardaba después de los grandes torneos: terminaba el partido final, iba al vestuario y separaba todo lo del último game. Al principio pensé que era una expresión global sobre su apego a los elementos que utilizó, pero antes de radicarse en Mónaco en 2016, me dio el visto bueno para buscar e inventariar todo. La sorpresa y emoción profesional fue impactante cuando, en efecto, en diferentes valijas (que Vilas nunca volvió a abrir), comenzaron a aparecer esas bolsas. La de Forest Hills contenía la indumentaria completa, menos la remera, que es una historia aparte. En un bolsillo del short estaba la vincha junto a un poco del clay (que es el polvo de ladrillo norteamericano), tal como él la había puesto en aquel momento cuando el público invadió el court”.

Fue un domingo rebosante de actividad, inmerso en una década pródiga en actuaciones deportivas argentinas de relevancia en las más diversas disciplinas. En horas de la mañana se disputó el Gran Premio de Italia de Fórmula 1, en el clásico circuito de Monza, donde Carlos Reutemann partió en primera fila a bordo de su Ferrari número 12. Debió abandonar, pero esa temporada fue la antesala del gran 1978, donde ganaría 4 grandes premios.

Casi dos horas después de haber comenzado la batalla entre Vilas y Connors en Estados Unidos, Boca enfrentó a Cruzeiro por la segunda final de la Copa Libertadores, en el estadio Mineirao de Belo Horizonte, encuentro que fue transmitido en directo por Canal 13, manteniendo, con lo que ocurría en Forest Hills, una batalla de rating por espacio de una hora, algo impensado tiempo atrás en Argentina, con la carencia del satélite. El equipo argentino se había impuesto por 1-0 en la ida y de no perder, alzaría por primera vez el máximo trofeo continental. Cayó por 1-0 y debió esperar 72 horas para ser campeón de América por penales en el Centenario de Montevideo.

El fútbol local también tuvo actividad en ese domingo extraordinario. Estaba pautado que se disputasen 10 de los 11 partidos correspondientes a la 28° fecha del Torneo Metropolitano, ya que Boca y Atlanta habían empatado en dos tantos en el adelantado para el viernes 9. Solo se cumplió en parte lo programado, porque una intensa lluvia se desató en Capital y Gran Buenos Aires desde la mañana. Colón 0 – Rosario Central 1, Newell´s 5 – Argentinos Juniors 0 (sin Maradona) y Quilmes 1 – Velez 0 fueron los únicos que se completaron. Gimnasia vs Banfield y Temperley vs Estudiantes arrancaron y se suspendieron en el primer tiempo por el estadio del campo de juego, mientras que los demás fueron suspendidos.

Ese U. S. Open ‘77 fue un torneo que tuvo de todo. Se disputó la última edición en el tradicional Forest Hills, ya que a partir de 1978 se comenzó a jugar sobre cemento en Flashing Meados. En ocasión del partido de Vilas ante el español Higueras por los octavos de final, una persona realizó un disparo con un arma e hirió a otra en las tribunas, generando un caos y una confusión nunca vista en un court de tenis. Con su triunfo ante Connors, el argentino alcanzó la marca de 38 victorias consecutivas, que luego se estirarían hasta 50 y por ser campeón cobró un cheque de U$S 33.000, cifra irrisoria comparada con lo que se percibe en la actualidad

Aquel día del maestro de 1977, Guillermo Vilas dio una de sus mejores cátedras, dejando en claro que era el mejor del mundo, aunque la insólita manera de calcular el ranking, nunca le reconociera el número 1. Fue lo único que le faltó, aunque todavía se está a tiempo de hacer justicia con el más grande tenista argentino de todos los tiempos.

Fuente Infobae

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