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Aquellas NAVIDADES en el inhóspito monte formoseño…MAESTRA CORAJE

Mirta Martínez de Cabana, victoriense radicada en Formosa desde 1983, junto a su marido Carlos Cabana. Décadas en una de las zonas más inhóspitas del país.

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Hilda Sosa WWW.ENTRERIOSNOTICIAS.AR

Los albores del renacer de la vida democrática argentina, allá por 1983, fue el marco de la decisión de vida que Mirta Martínez y Carlos Cabana, matrimonio victoriense, venían pensando hacía tiempo, para poder hacer realidad su proyecto de familia.

Así fue como comunicación mediante, efectivizada por el Ministerio de Educación de la provincia de Formosa, a través de la cual convocaban a docentes del país, a afincarse allí para dar clases en una de las zonas más desfavorables del norte argentino, decidieron virar sus vidas hacia aquellos lares.

Ya en el oeste formoseño, Mirta consiguió un cargo docente y directivo en una zona inhóspita y desfavorable, pero que bien ayudó a sembrar la cosecha de un presente que la encuentra reconociéndose a través de un libro, donde plasmó su testimonio de su vida allí vivida junto a su marido y el primero de sus hijos, Pablo. (video)

Construir futuro

“La decisión de irnos de Victoria a Formosa surgió porque en ese momento no teníamos trabajo, por lo que buscamos oportunidades en otras provincias y la encontramos en Formosa, porque en ese tiempo se hizo una gran convocatoria porque necesitaban docentes”.

Al llegar, junto al primogénito Pablo, se encontraron con la naturaleza que define y sella a las tierras formoseñas, de gran humedad y vegetación frondosa, amén de los inmensos montes solitarios, muy diferente al escenario de las colinas y mesetas que habían abrigado sus vidas hasta entonces.

Fueron tres escuelas en las que Mirta como docente y Carlos desde otro puesto en el mismo contexto, pero poniendo al servicio del lugar su sapienza ganada como egresado de la Escuela Técnica N° 1 Dr. Pedro Radío; por las que discurrieron décadas, construyendo y sosteniendo su propia familia y la de muchos lugareños.

.Escuela Teniente Gral. Rosendo Fraga (Ruta Nac. N° 81)

-Unidad Educcativa El Tototal (monte adentro)

-Escuela N° 197 en Paraje El Rosillo

“Trabajé como directora y maestra de grado y en lo que es zona inhóspita el sueldo se elevaba un 200 por ciento, así que vinimos y elegimos la mejor remuneración” indicó Mirta, dejando en claro que lo que la ayudó estructuralmente a lo largo del camino elegido fue el acompañamiento de su marido.

“A mi carrera docente la terminé en la parte administrativa,  en la delegación zonal del departamento Mataco, como administrativa en supervisión, teniendo el control de las escuelas, jubilándome a los 47 años, ya que son 25 años de servicio”.

Un lugar donde lo inhóspito es alegría

Llevar la palabra inhóspito al cotidiano vivir es difícil de imaginar, tierras argentinas donde niños caminan kilómetros para llegar a una escuela y encontrar un tímido futuro que depende de una gran lucha contra sí mismos y la circunstancia que les interpela.

“Vale rescatar que la provincia fue poblada no solamente por aborígenes nómades, sino también por la parte criolla que venía de otras localidades, salteños, santiagueños, gente hachera, porque acá se sacaba mucha madera del monte, gente que se les llamaba vaquiana para los trabajos de campo y entrar en el monte, entonces la provincia tenía que ponerles escuelas, porque los niños necesitaban educarse”.

Agregó luego en su relato que desde el gobierno provincial enviaban docentes, en tanto los pobladores se comprometían a hacer una escuela, un rancho y una pieza para que se efectivizara el desarrollo escolar.

“Generalmente ellos elegían un lugar que los chicos pudieran asistir, de hecho en ese momento yo tenía alumnos que venían caminando o a caballo, recorriendo 4, 3 o 5 kilómetros, todos los días; eran comunidades autosuficientes, se valían de la naturaleza para subsistir sacaban todos los elementos, como barro, palos, tejas de las palmeras para hacer los techos, el cuero de los animales, toda era cultura autosuficiente, inclusive hasta la comida, se carneaban animales vacunos y se fabricaba el charqui porque no había electrificación rural”.

-Dentro de esa cantidad de alumnos que pasaron por tus aulas en esas condiciones desfavorables, hoy en dia ya adultos ¿lograron avanzar en estudios superiores o universitarios?

-Sí y siendo escuelas con muy pocos recursos pedagógicos y material didáctico, se pudo desarrollar un proyecto educativo para que los chicos pudieran salir con una base pedagógica de ese lugar inhóspito y poder emerger a la ciudad y desarrollarse; te puedo mencionar uno de ellos, Walter Pino, hoy veteninario, también hay muchos que se dedicaron a la docencia, son profesores, maestros. Gracias a Dios se puede decir que se hizo una base como para que los chicos pudieran salir del lugar y hay gente que ha retornado a su lugar ya siendo un profesional. 

Un libro que habla de su paso por el monte formoseño

El sentimiento de pertenencia a lo vivenciado en el norte argentino fue tan transformador e intenso para Mirtha, que decidió escribir un libro “para que el mundo conozca aquella cultura” según sus propias palabras.

De hecho ya está en el ruedo y se llama “Las huellas de la cultura chaqueña en el oeste formoseño”, donde no hace mella en exponer su sólido sentimiento de pertenencia a esa Formosa inhóspita rodeada de montes.

“Yo quise dar a conocer esa década vivida con toda esta gente, muy buena, de un alma muy pura, de sentimientos muy sinceros, que seguían una tradición cultural; todos esos relatos siempre los guardé en mi memoria hasta que por fin pude hacerlo y ponerlos en un libro” enfatizó, agregando que es un sentido homenaje a toda la gente que conoció a lo largo de su carrera docente.

Asimismo, hizo hincapié en la humildad de corazón que define a toda la gente a la que se refiere en su relato “con una vida autosuficiente, de mucho coraje para enfrentar todo lo que es inhóspito; niños que venían de hogares analfabetos, caminando 4 o 5 kilómetros diarios bajo cualquier inclemencia del tiempo, con temperaturas de 40 grados y sin electricidad a un ranchito con un pizarrón y pocas tizas, pocos colores y pocos cuadernos, con el solo objetivo de salir adelante”.

Vivían con entusiasmo ese día a día recordó nostalgiosa en su relato Mirta, quien enfatizó que para los chicos el ir a la escuela era algo maravilloso de gran disfrute, porque no conocían otra cosa, “les abrías un manual o enciclopedia y quedaban maravillados”.

“Imaginate que en la localidad de Ingeniero Juárez, en la década del ochenta no había radio, tampoco señal de televisión…claramente yo sabía que era la salvación de ellos”.

“Es más cuando alguien se enfermaba y estaba en estado crítico en la zona, la camioneta de mi marido se usaba para poder llegar a una zona urbana; en esa época se creía mucho en la medicina natural, en los curanderos”.

Más allá de todo su amor, compromiso y responsabilidad que definen la vida de Mirta para con el norte formoseño, al finalizar, Mirta subrayó el lugar que ocupa en su corazón Victoria, ciudad que la vio nacer y donde pudo estudiar el Profesorado de Enseñanza de Educación Primaria, que fue la causa que la llevó a esos montes de la zona chaqueña.

“Victoria para mí es mi lugar de origen, está en mi esencia, está toda mi familia, mis padres, mis hermanos, están mi afectos, viajo siempre, si bien cuando vivía mis padres iba más seguido” comentó, expresando luego su satisfacción y nostalgia cada vez que recorre las Siete Colinas, ciudad de hermosas rejas que le dio las herramientas para tener el coraje de ayudar a los demás.

“Hacer docencia en el monte formoseño fue mi misión en la vida”.-

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