«DÍ LO MEJOR QUE PUDE DAR…» falleció la profesora Susana Dosbá, 4 décadas en la docencia victoriense
Susana Dosbá, una profesora que fue refugio del saber de muchas generaciones victorienses falleció en la jornada de este martes 8 de abril. Recordamos el día que nos habló de su vida y de sus casi cuatro décadas en la docencia victoriense.

Hilda Sosa WWW.ENTRERIOSNOTICIAS.AR
Palabras como compromiso, respeto, educación, organización y responsabilidad, enmarcan sólidamente las bases y valores de su vida; tal vez su estirpe francesa (su padre era francés, llegó a las siete colinas con 25 años de edad); son la causalidad de tal actitud.
Una mujer que con su partida este 8 de abril, dejó su huella y sello en la docencia local.
Desde ENTRERIOSNOTICIAS.AR recordamos el día que nos habló de su vida, su infancia en la zona puerto de la Victoria de los años 30 y 40 y de su vida dedicada a la docencia. (AUDIO)
Su infancia en la vieja Usina
Susana nació en el seno de una familia numerosa, con unos días de antelación, a la primavera de una cercana década infame, que buscaba pista en la historia argentina.
Su padre, Esteban Dosbá, original de Souston, centro balneario de la región de Landas, pueblo francés ubicado a 7 km del Océano Atlántico y su madre, Francisca Otegui, natural de la ciudad de las rejas; conformaron un hogar con 8 hijos; María Magdalena, Mercedes, Juan Antonio, Esteban Dionisio, Carlos, Ana María, Susana y Beatriz.
Los albores de su vida hablan de una infancia viviendo, jardín de por medio, en la conocida vieja Usina de nuestra ciudad, ubicada en la actual zona portuaria y creciendo allí, ya que Don Esteban era jefe de la misma. Pero claramente los olores y ruidos del lugar, que presagiaban una Victoria integrada al crecimiento, fueron transversales en el crecimiento de los hermanos y hermanas Dosbá.
“En mi infancia jugábamos mucho en la vereda, recuerdo un Rowing Club con mucha actividad; pero sobre todo recuerdo con nitidez cuando se construyó el puerto y considero que es una injusticia como está ahora, el puerto era una joyita y recuerdo el sonido del martinete, cuando clavaban los postes en el agua para el embarcadero de la lancha y la balsa”, relató entusiasta.
A ese transitar de vida entre la infancia y adolescencia vivido en las aulas de la Escuela Normal, lo vivió, según ella misma lo expresa, en un hogar con mucho orden, respeto y organización, pero a la vez destacó que no imperaban ni el rigor, ni los retos, sino que simplemente su hogar gozaba por entonces, transversalmente, de un estilo de vida, impregnado por un “patriarcado europeo” y una madre que acompañaba y trabajaba al unísono.
– ¿Cómo fue esa decisión adolescente de estudiar en Rosario?
-A veces a esa edad uno no sabe lo que le gusta y seguramente yo no recibí una indicada orientación; pero fundamentalmente me fui a Rosario, porque mi hermana Mercedes vivía allí; al comienzo tuve un intento de asistir a la facultad, pero no me sentí cómoda, no me hallé; así fue que pasé al profesorado de Letras, en el Normal N°1, frente a la Iglesia Santa Rosa, en el centro rosarino; donde estudié y me recibí en diciembre de 1951.
La trascendente misión de “ser docente»
Julio de 1952, marcó el inicio de su trabajo docente en la ciudad; siendo el Profesorado de Enseñanza Primaria, de la Escuela Normal, un gran desafío dentro de su trayectoria, ya que tuvo que dar Ciencias Sociales, a petición de la entonces directora María Rosa Sobrón de Trucco.
A partir de ahí y por tres décadas y seis años ininterrumpidos, discurrió áulicamente entre las escuelas Normal, Comercio y Técnica; hasta que, por cuestiones personales, de cuidado a su padre (quien vivió 100 años), pidió la unificación de horas en “su segunda casa”, la Escuela Normal, solicitud ésta que le fue concedida, gracias al pertinente aporte médico del Doctor Julio Andrés.
Las recordadas Rosita Sobrón de Trucco y Zuni Cabrera de Márquez
La contemporaneidad, reunió en el profesorado de Letras en la cuna de la bandera, a Susana con las recordadas y también no menos prestigiosas María Rosa Sobrón de Trucco (escritora y docente) y Zuni Cabrera de Márquez.
“Nos recibimos con un año de diferencia cada una, primero se recibió Rosita, luego yo y por último Zuni. Te diré que cuando asistimos al normal no tuvimos tanto trato diario, pero sí nos hicimos muy cercanas cuando ejercimos como profesoras aquí en Victoria”.
Susana distinguió el lazo que la unió a Rosa Sobrón, no sólo en la docencia a nivel local; sino en otra etapa de su vida; cuando a partir del año 1992 y por el lapso de una década, vivió en Buenos Aires; ya que situaciones azarosas del destino, quisieron que ella esté hasta el 2001, en la gran urbe, acompañando a una sobrina.
“Rosa por entonces me presentó mucha gente, muchos escritores, me llevaba a reuniones, presentaciones de libros, haciendo aquello que se afiance aún más nuestra amistad; pero lo que más recuerdo de aquellos años, es haber disfrutado de esa maravillosa ciudad”, enfatizó.
El 2001, época argentina de gran descalabro económico, la hizo retornar a las siete colinas, de donde nunca más se fue.
Susana, contando con tantos años de experiencia docente ¿qué lugar ocupa la vocación en esta área?
Mucha, la docencia es vocación, porque las palabras, las actitudes y el comportamiento de un docente, influye en los alumnos y me parece que es una misión muy delicada. Yo me di cuenta después de muchos años que a los alumnos había que enseñarles a estudiar, a guiarlos. Me preguntaba ¿cómo hacen para estudiar? ¿les enseñamos a estudiar? Y después de muchos años me desesperé por enseñarles a estudiar, porque cada materia tiene su modalidad propia, no es lo mismo historia, que geografía o psicología.
Un cierre de nota que la define en su esencia “el cumplimiento del deber y la responsabilidad, los incorporé desde muy chica”
Al preguntarle sobre lo que dejó en ella la docencia, Susana dijo implacable “si bien yo al cumplimiento del deber y la responsabilidad, los incorporé desde muy chica en mi casa; lo que más pesaba cuando yo ingresé a la escuela, fue poder responder con eficacia a la responsabilidad de estar frente a un grupo de alumnos, a quienes tenés que orientar”.
Para sellar sus palabras con contundencia y firmeza “me quedo con la satisfacción de haber dado lo mejor que pude dar, a lo mejor no fue lo mejor que los alumnos podían recibir, pero era lo mejor que yo pude dar”.