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MES DE LA MUJER «vieja aprontá los muchahos que las locas van a la escuela”

Mirta Rivero, una mujer que a sus 87 años de edad, sostenida en su vocación docente, ha sabido hacer espejo en un compromiso que la atraviesa y define.

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Hilda Sosa WWW.ENTRERIOSNOTICIAS.AR

Parada y arraigada en un caminar atravesado por lo áulico y una comprometida participación política, nuestra entrevistada hace gala de su ser mujer desde un transitar cuyos albores se ubican en la piel de una jovencita que a sus cortos 18 años, allá por 1957 salió al campo a despuntar esa maestra que supo albergar y mantiene al día de hoy a sus 87 años de edad, en su corazón.

“La docencia es ante todo mí vocación, desde muy chica cuando me preguntaban qué quería ser cuando fuese grande, yo siempre respondía Maestra” dijo enfática Mirta, quien recuerda y expone con énfasis y orgullo su primer trabajo como docente,  en zona rural desfavorable en la Escuela Díaz Vélez de Rincón de Nogoyá, ubicada en Ruta Provincial N ° 11 de departamento Victoria.

“La escuela se encuentra sobre el Arroyo Nogoyá y cuando había creciente, que era muy seguido, el agua cruzaba la ruta”, pero si bien les atravesaba ese flagelo, siempre contaron con la solidaridad de todos los autóctonos de allí, ya que el fin era tener continuidad en el dictado de clases, “la escuela era muy grande, linda y en aquellos años el campo estaba muy poblado”, lo cual ayudaba a cultivar el sentido de pertenencia.

En su relato recordó nombres de sus pares de entonces, que junto a ella vivenciaron esa década sesentosa en la ruralidad, “tuve buenas compañeras, las hermanas de apellido Ballestena; Carolina y Tuca González y Ana Blasón de Cano, con quien convivímos, nos alquilaban una pieza y todas las tardes salíamos caminando, recorriendo más de veinte cuadras hasta llegar al establecimiento y lo hacíamos muy contentas”.

Párrafo aparte recordó a la directora de dicha escuela, la señora Traverso, a quien mencionó con mucho aprecio, ya que la incentivó a concretar la ansiada titularidad, marcando así claramente los albores de un camino que avizoraba un futuro promisorio.

Como maestra su objetivo primordial se centró en enseñar a leer, de hecho cuando hacía algún viaje, siempre buscaba en las librerías algún libro que sea específico en el arte de la lectura, “siempre logré que los niños al finalizar primer grado, ya habían aprendido a leer”.

”Mis once inviernos”

Allí en Rincón de Nogoyá Sur trabajó más de una década y el adverso clima invernal, nunca fue impedimento para nutrir ese su espíritu docente que la definía.

Al recordar aquella etapa, la menciona y nomina como “Mis once inviernos”,  ya que su solo recuerdo trae a su memoria aquellas heladas que aporreaban las noches campestres, pero que junto a su colega de entonces Ana Blasón de Cano, recordada maestra victoriense y ex directivo de la actual Escuela Nina N° 7 Esteban Echeverría de zona Abadía;  pudieron paliar, gracias a la ayuda del carnicero de la zona, que les había regalado unos cueros de oveja bien lavados, para soportar el frío, ya que el lugar donde vivían era “piso de tierra y zinc pelado”.

“Fue una experiencia maravillosa, me iba los lunes a las 05:00 de la madrugada y volvía los viernes después de las 17:00” dijo, subrayando que en aquel tiempo la maestra rural era muy respetada y reconocida por los lugareños, mencionando también en su relato al Sr. Yone, quien les dio la posibilidad  con el tiempo de tener una mejor situación habitacional.

“En once años nunca nos enfermamos, asi lloviese ahí estábamos” comentó haciendo gala del compromiso que las definía, incluso siempre cuenta risueñamente una anécdota que define los tiempos vividos, “sobre la ruta vivía una familia de apellido González, que tenían hijos que iban a la escuela, cuando nos veían pasar, el padre que estaba en la puerta le decía a su esposa, vieja aprontá los muchachos que las locas van a la escuela”.

Allí estuvo hasta sus 29 años de edad, más exactamente entre 1957 y 1968, siendo esa época la gran siembra, de una cosecha en vida que ella lleva en su historia y la reconoce como su gran sustento…”fue mi experiencia más hermosa”.

Su crecimiento en la docencia, en la política…y en la vida

Concurso mediante y parada en su afán de crecer en su camino elegido, arribó a la dirección de la Escuela N° 20 Esteban Echeverría de Rincón del Doll, donde estuvo dos años, para pasar luego a la Escuela Franciso Narciso de Laprida, donde enseñó por el lapso de una década; para arribar a posteriori a la Escuela N° 43, del tercer cuartel de Victoria, donde ocupó los roles de secretaria, vicedirectora y directora, hasta 1997.

Su vocación docente siempre fue al unísono de su participación en la política, ya sea desde ser parte en las pertinentes reuniones gremiales que se hacían cuando estaba en el campo, que por entonces se denominaba Asociación Gremial del Magisterio, hasta ser delegada, lo que le permitió viajar por toda la provincia; amén de haber sido parte de los inicios de CTERA Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina; llegando a la Dirección Departamental de Escuelas en la década del noventa.

En una etapa avanzada de su vida, cuando su progreso dentro de la docencia le marcaba experiencia y conocimiento;  de repente la vida la sorprendió en un matrimonio que la llevó a radicarse al norte del país por un tiempo, hasta volver a Las Siete Colinas, luego de enviudar.

A partir de allí su mirada política justicialista  caló hondo en su sentir social; por lo que comulgando con dicha ideología siguió participando activamente, siendo actualmente y desde hace doce años la tesorera del partido a nivel local.

-¿Cuál es más preponderante, la mujer docente o la política?

-Absolutamente la docente, yo sigo siéndolo a pesar de estar jubilada, siempre en las reuniones partidarias estoy tratando de escuchar, ordenar, sugerir, pidiendo que dejen de lado el individualismo.

“Para mi la escuela es el lugar donde uno tiene que terminar, lo que se empieza en la familia”.-

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